jueves, 31 de diciembre de 2015

La cofradía de la Humildad y Paciencia

Hace un rato me he encontrado con un vídeo de nuestra Hermandad saliendo del pasado año, con el que cierro esta torpe reflexión.

Del año pasado no he visto nada, pues no podía cuando iba de costalero o ahora en el lugar que ocupo, donde siempre voy mirando al frente y tan solo tengo el privilegio de verlos, de soslayo, por delante de nuestra Casa de Hermandad.

He sentido una gran emoción, conmoviéndome el cortejo en la calle, sintiéndome identificado con el espíritu cristiano y católico, de nuestros hermanos en la estación de penitencia, desde el primero hasta el último sin hacer ningún tipo de distinción.

La Semana Santa en muchos momentos, se está convirtiendo en algo social, algo que se va vulgarizando, algo quizás alejado, anecdótico, alejado del verdadero espíritu de lo que significa ser cristiano.

Nuestra Hermandad en la calle, hace ver a todo el que sale a su encuentro, cualquier lunes Santo, aquello que sucedió hace tantos siglos ante nosotros.

La humillación de nuestra Padre, su humildad y su paciencia. 

Observo como el pueblo de Sanlúcar acompaña y venera a nuestros titulares, como ese cortejo de nazarenos granates van mostrando una verdadera catequesis en la calle, dándole sentido a lo que significa ser nazareno que no es otra cosa, que el que acompaña a Cristo, en su dolor, hacia el Calvario. Nuestra hermandad ya ha conseguido un sitio dentro de la Semana Mayor, gracias a nuestra forma de comportarnos en la calle, gracias a nuestro estilo peculiar, gracias en definitiva, a la labor de todos los hermanos.

Pero esto no se consigue de un día para otros, es fruto de todos y cada uno de los miembros de nuestra Hermandad, de creer realmente en lo que representa, de creernos, o al menos, eso parece que somos, de verdad, hermanos en Cristo.


El papa Francisco dice así: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre”

Y nosotros como hermandad tenemos que dar fe de ello. Es un año oportuno, este de la Misericordia, para que todos del estamento eclesiástico al último hermano, nos abramos a la misericordia de Dios.

Que nuestra vida de hermandad, con todos sus actos, con todos sus hermanos, nos ayude a acercarnos, comprender y vivir la compasión que Dios tiene con nosotros, donde como dice el Señor, el que quiera ser el primero, que sea el último.

Cristo y no el de la Cañita, o el de la Humildad y Paciencia, pues nuestro titular es una simple advocación que veneramos, pues la adoración única debe realizarse al Cristo, único y vivo en la Eucaristía y en el corazón del hermano; no nos deje de la mano nunca, pues Dios no defrauda, él nos da más de lo que le pedimos, lo que realmente necesitamos, pues en definitiva nos quiere hacer a su imagen, es decir “Misericordiosos como el Padre”, que es el lema de este año extraordinario.

Por lo tanto y viendo la salida de nuestros Santos titulares me he tomado la licencia, de escribir, aunque quizás no sea la fecha ni el lugar más apropiado como es un final e inicio de año, estas torpes palabras para, como cristiano, antes que cofrade, recordar que no nos olvidemos de abrir las puertas de nuestras vidas a Cristo y Cristo será esa luz, como lo es nuestra Señora de las Lágrimas, esa luz que nos abra todos los caminos y nos saque de la oscuridad en la que podemos caer, en algunas ocasiones.

Qué hermoso y difícil puede llegar a ser un buen cofrade, ya sea de bajo una túnica granate o de costalero, si nos olvidamos que la esencia de nuestra estación de penitencia debe estar dentro de ti, no en el lugar que ocupes, ni el cargo que ostentes pues muchas veces no olvidamos que contra más lejos creas que tengas a tu Señor o a su Bendita Madre dentro del cortejo, los tendremos más cerca de lo que piensas si los miramos desde los ojos del corazón.

Bajo mi túnica o bajo mi paso color caoba en otro momento de mi vida como cofrade, costalero o nazarenos, son esos momentos ideales para encontrarme conmigo mismo, sintiendo esa fracción de tiempo donde mi fe, nuestra fe, va calando en nuestro corazones, de innumerables formas: bajo el peso de las horas de un paso, con el cirio, la insignia, la cruz de guía, la vara, cualquier símbolo de nuestra hermandad por la calle, donde cada segundo que pasa, vamos ganando esa partida al cansancio, la fatiga, sin olvidarme nunca que desde cualquier sitio en la hermandad, también se llega a Nuestro Señor o a su Bendita Madre…

Paz y bien.

Antonio Vélez
Hermano de nuestra Hermandad